lunes, 23 de junio de 2008

¿Quién dijo que las plantas son simples?

Ensimismado en mi estudio botánico (el examen del viernes me perturba, os lo aseguro) voy a aprovechar para contaros algo sobre algunos mecanismos de polinización bastante complejos.


En general las plantas pueden reproducirse mediante polinización anemófila, hidrófila y zoófila, siendo esta última la más común en plantas superiores. Dentro de la polinización zoófila una de las más complejas, por no decir la que más, es la polinización entomófila, es decir la polinización por insectos.


El polen de las plantas que sufre este tipo de polinización posee una sustancia viscosa llamada cemento polínico que va a facilitar la adhesión del polen sobre el insecto para su dispersión.


Todo esto pinta muy bien, sin embargo el insecto debe poder obtener algún tipo de beneficio, y que además este beneficio no lo satisfaga del todo para que tenga interés de visitar otra flor. Una buena forma atracción de insectos es desarrollar nectarios en las flores, nectarios que han derivado evolutivamente de estambres que han dejado de producir microesporangios para liberar una sustancia dulce. Otras plantas intentan mimetizar a las hembras de los insectos polinizadores para que intenten aparearse con ellas y el polen quede pegado en las patas, como no consiguen nada prueban con otra flor, y así dispersan su material genético. Es curioso como en unos seres vivos estáticos se han desarrollado mecanismos indirectos para poder perpetuarse e incrementar la variabilidad genética.



En la imagen vemos una flor perteneciente a la familia de las Orchidáceas llamada Ophrys scolopax, como se puede apreciar recuerda a un insecto.


Esta polinización mímica está acrecentada al producir además la fragancia de la hembra del insecto en celo. Estas feromonas hacen que el insecto se acerque a investigar. Esto ocurre solamente en el periodo determinado en el que los machos están en celo y las hembras no han copulado aún. El insecto está tan excitado que empieza a copular con la flor. Esto se denomina "pseudocopulación", la firmeza, la suavidad, y los pelos aterciopelados del labelo, son los mayores incentivos, para que el insecto se introduzca en la flor. El polen se adhiere a la cabeza o al abdomen del insecto. Cuando vuelve a visitar otra flor estos granos de polen entran en contacto con el estigma de otra orquídea, produciéndose así la polinización.


Una vez más la naturaleza nos sorprende con este tipo de mecanismo reproductivo.

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