La biología marina entre muchas cosas estudia las adaptaciones que tienen lugar en los individuos que habitan el mar y el océano. Entre estas adaptaciones me gustaría destacar aquellas que sirven a los organismos para pasar desapercibidos entre los depredadores.
En zonas arenosas, rocosas, lugares con vegetación o arrecifes coralinos o incluso en el propio fondo del mar, esconderse no es un problema. Pero una vez en mar abierto, a cualquier profundidad, el esconderse no es una tarea fácil, de modo que surgen curiosos métodos para lograr la invisibilidad, uno de ellos es hacerse transparentes adoptando el mismo índice de refracción que el agua de mar, es la situación que se da en muchas larvas, algunos crustáceos, poliquetos, peces con poco músculo y esqueleto poco calcificado… pertenecientes todos ellos a niveles epipelágicos y mesopelágicos. Los cuerpos comprimidos lateralmente, la posesión de una quilla ventral para evitar crear sombras, la adquisición de contrasombreado o cripsis, el homocromatismo... todo ello son métodos para burlar a los depredadores. Sin embargo, uno de los más curiosos es adoptar tonalidades rojas, anaranjadas o púrpuras a profundidades en donde el color rojo no existe.
La luz solar contiene todos los colores del arco iris, pero no todos penetran por igual en el agua, sino que penetran en el océano a distintas profundidades. En océanos de aguas más o menos claras, la luz azul es la que penetra a más profundidad y la roja la que menos. En zonas costeras, el agua contiene a menudo materiales que absorben la luz azul, de manera que es la luz verde la que penetra a una mayor profundidad.
Teniendo esto en cuenta, a una determinada profundidad, aquello que en la superficie se vería rojo, se torna gris o negro, ya que no hay luz roja para ser reflejada y verse. Así pues, son muchos los organismos que adoptan tonalidades rojas para camuflarse en la oscuridad del océano y pasar desapercibidos por los depredadores. Algunos de estos organismos serían las gambas, cigalas, camarones, mísidos, copépodos rojos etc. si la historia de la adaptación acabase aquí, los únicos consumidores de gambas seríamos los humanos, pero lamentablemente tenemos que compartirlas con otros astutos depredadores que han desarrollado la capacidad de crear luz a una determinada longitud de onda, a cualquier profundidad mediante la biofotogénesis, lo que les permite descubrir todos estos organismos rojos que se creían muy sabios.
1 comentario :
buen post, muy interesante
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